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Pozo de la Nieve

Exteriormente son túmulos de piedra de forma semicircular y están encalados. Interiormente, como su nombre indica, se trata de pozos excavados en el suelo, de unas dimensiones variadas llegando a alcanzar 6 metros de diámetro y 4 metros de profundidad. En ellos se acumulaba la nieve en invierno para posteriormente procederse a su distribución a lo largo del año, tanto para refrescar bebidas como para conservar alimentos, enfriar patios y bodegas o incluso para curar algunas enfermedades. También pueden denominarse pozos de hielo, neveros o neveras.


Estos pozos tienen en la parte inferior un desaguadero para verter el agua producida por la fundición del hielo.

La técnica de “empozado” consistía en recoger la nieve caída en los alrededores del pozo, compactarla a continuación y extender sobre ella una capa de paja que cubría una nueva capa de nieve. Una vez llenos, se cubría su boca con paja larga y con tablas que lo aislaban e impedían la acción del calor.

La nieve almacenada en estas neveras comunales era vendida a los neveros, que a su vez eran los encargados de vender la nieve, el hielo o los refrescos helados. El consumo se limitaba a los lugares donde estaban ubicados los pozos-nieve y a las poblaciones limítrofes; sólo en años de escasas nevadas se transportaba el producto a largas distancias.


El origen de estos pozos puede que esté relacionado con los cambios climáticos que se producen en Europa desde finales del siglo XVI, dando lugar a nevadas abundantes y muy bajas temperaturas. Es la llamada pequeña edad de hielo originada probablemente por un tipo de circulación zonal rápida y que enfrió de forma generalizada el clima. Esa pequeña edad de hielo terminaría, según los historiadores del clima, hacia mediados del siglo XIX. Sería también en este siglo cuando el uso de estos pozos, tras la generalización de los medios artificiales para la conservación de alimentos, fuera paulatinamente desapareciendo. Esta pérdida explica el olvido en el que se han visto envueltos hasta la actualidad.

Del Pozo de la Nieve de Mota del Cuervo, situado en la subida a los molinos de viento por la carretera antigua de Belmonte, se desconoce su fecha de construcción, pero posiblemente esté relacionado con los cambios climáticos de la pequeña edad de hielo europea antes mencionada.

En las Relaciones de Felipe II (1575) no se menciona el pozo; por tanto, el único dato documentado conocido hasta el momento se halla en el Catastro de Ensenada (1752): "hay extramuros de esta villa un pozo de nieve propio de las Animas Benditas, al que le consideran de utilidad anual". Los beneficios los invierten en misas y sufragios. También en el Catastro, se menciona al nevatero.

A principios del siglo XX ya se había abandonado su utilidad primigenia y simplemente se usaba de estercolero. Fue en 1998 cuando el Ayuntamiento decidió llevar a cabo su limpieza, restauración y encalado.

 

 

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